Un verdadero creyente confiesa (declara) a
Cristo, la palabra confesar proviene de la palabra griega homologeo (homo=igual; logeo del verbo
lego=decir) y significa “decir lo mismo que otros, estar de acuerdo”. El
creyente en Cristo debe confesar al Señor Jesús con su boca (Romanos 10:9-10) y
por lo tanto debe decir públicamente que está de acuerdo con lo que Dios ha
dicho respecto a su Hijo (1 Juan 5:9-12).
Tal como
la etiqueta de un tarro está para confesar su contenido, un creyente debe
confesar a su Señor y Salvador claramente, sin vergüenza pues la Escritura
dice: “Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado” (Romanos 10:11). Todo
verdadero creyente debería poder decir como el apostol Pablo “Porque no me avergüenzo del
evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;”
(Romanos 1:16). Nuestro señor Jesucristo jamás se avergonzó de morir públicamente por nosotros (Mateo 27:39,
54-55).
Palabra
negar es lo opuesto a confesar (ver Juan 1:20 y 1 Juan 2:22-23). Confesar es
decir “SI” y negar es decir “NO”. En Lucas 22:57-60, Pedro debió haber dicho
“si lo conozco” (versículo 57), “si soy uno de ellos” (versículo 58), “si estuve con ÉL” (versículo 59-60). Pero Pedro lo negó (versículo 57). Aun cuando
Pedro tuvo un lapsus de fe, su reacción indica que Pedro era un verdadero creyente “Y
Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” (versículo Lucas 22:62), confesó Pedro
al Señor Jesucristo más adelante ante miles de hombres (Hechos 2:14, 22-24,29, 36,41) que
él era Señor y Salvador. Si alguien le hiciera la pregunta: ¿afirma usted que
el Señor Jesús es su Señor y Salvador? ¿Qué respondería?
La confesión de nuestra boca debe estar de
acuerdo con la conducta de nuestra vida. Tito 1:16 describe a un grupo de
profesantes “Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo
abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra”. Si el caminar de uno está en conflicto con su hablar y esto es abominación para el Señor. Aunque
ellos afirmen conocer a Dios, ellos son mentiroso y la verdad no está en ellos
(1 Juan 2:3-4).
El mundo quiere ver, que el Cristo que nombramos con nuestros labios, es el Dios a quien servimos con nuestras vidas.
El mundo quiere ver, que el Cristo que nombramos con nuestros labios, es el Dios a quien servimos con nuestras vidas.
El Señor
dio promesas a aquellos que lo confesaran ante los hombres “A cualquiera, pues,
que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi
Padre que está en los cielos.” (Mateo 10:32), “Os digo que todo aquel que me
confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará
delante de los ángeles de Dios (Lucas 12:8), “El que venciere será vestido de
vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su
nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5),
Hay un
costo implícito en confesar que Cristo es el Mesías (Juan 9:22) y debido a este
costo, muchos no lo confiesan (Juan 12:42). Durante las persecuciones
cristianas de los siglos 2 y 3, aquellos creyentes que no negaron al Señor aún
a riesgo de gran sufrimiento, fueron conocidos como CONFESORES, no tenían
vergüenza de identificarse con Jesucristo, aun cuando significase su propia
muerte.
¿Usted
confiesa a Cristo ante su familia, sus amigos, sus seres queridos y sus
vecinos? ¿Usted lo abraza a ÉL con gozo y lo tiene como su Señor y su Dios (Juan 20:28)? ¿Le avergüenza hablar
de Él y decir a otros lo que ÉL ha dicho y lo que ÉL ha hecho?, entonces
examínese si está en la fe, Dios le bendiga.
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